Por alguna extraña razón los hombres
Después de la guerra de almohadas en ropa interior brincando sobre la cama, una debe caer sensualmente sobre la chica deseada, mirarla fijamente a los ojos y sin mayor preámbulo acercarse lentamente hasta rozar sus labios e introducir la lengua tan lejos como pueda, para dejar claro el siguiente paso.
Suponiendo que TODA esta sabiduría es concentrada en un pequeñísimo chip integrado en algún rincón u orificio del cuerpo femenino, sólo se me ocurre decir una cosa: Exijo hablar con el gerente/Un reembolso/Me hagan válida la garantía.
Besar no requiere mucha técnica y la suavidad de los labios de una mujer hacen la experiencia aún mucho más placentera (sin mencionar la cara de imbécil del joven que presenciaba dicho acto).
Simplemente un beso. Sencillo. Suave... Lento. Sus labios y los míos parecían saber con exactitud lo que la otra necesitaba. Podía pasar horas allí recordando mi época en la secundaria cuando no había prisa por avanzar, pues sólo necesitaba disfrutar esa humedad que recibía mi boca. Juro que el chico hubiera podido pasar la noche y llegar al orgasmo sólo de vernos, pero me pareció mucho más interesante hacerlo partícipe de su propia fantasía.
Al paso de varios minutos las manos pedían acción y pasaron de no saber a donde moverse, a explorar. Ella no avanzaba y yo temí incomodarla al insistir después de sentir su cuerpo retirarse un poco. Aceptó a su propio paso y sin palabras. Se limitó a deslizar sus manos sobre mi.
En cuanto él comenzó a participar, todo fluyó con facilidad, es algo que ya he hecho. Pero recordar lo inexperta que volví a sentirme fué casi tan frustrante como lo fué de excitante el escuchar su voz durante el orgasmo:
-Disfruta en mi boca.