Los chicos que estudiaban en mi salón nunca fueron prospectos para novio galán, por aquello de que no soportaba que estuvieran siempre arrimados a mí. -Aunque el gusto por los arrimones cambió con la edad-
Sin embargo Jacobito era un chico de la universidad a quien no me molestaba darle una repasadita -o ¿por qué no dos, si sí las aguantaba?-
Uno de los días en que comencé a manejar a la escuela, es decir, que ponía atención en la carretera en lugar de ir pendejeando como es costumbre, Jacobito se quedó tirado. Como toda gente decente, iba manejando a 120 por la carretera y por la velocidad -además de que aun manejando no pongo demasiada atención-, no vi al wey este hasta que miré en el espejo retrovisor.
Demasiado tarde para frenar y con el siguiente retorno hasta casa de la verga -osease bien lejos- opté por llegar a la escuela y pedir ayuda, porque hasta Dios sabe que yo de coches no se ni madres.
Mientras tanto en el camino, en lugar de ir preocupada por el chavillo, empecé a imaginarme la historia de cómo yo ayudaría a salvarle la vida y el extasiado de mi interés por ayudarlo se enamoraría de mi agradeciéndome todos los días con masajes diarios y desayunos en la cama... eso es pa quien le gusta lo cursi, la verdad es que solamente me lo quería coger.
En fin que llegué a la escuela y ocurrió lo obvio....
Alguna jodida mosca habrá volado frente a mi, o kizá sólo fué que paso algun tipo más bueno. El punto es que
El pedo de todo esto es que llegó una hora tarde a la clase y cuando pidió pasar, el maestro -obvio mamón- le dijo que no. Para entonces ya estaba todo el salón callado como sólo ocurre cuando hay chisme.
Jacobito mencionó tratando de justificar su falta para que lo dejaran entrar, que se le había ponchado la llanta del coche, a lo queestúpidamente respondí:
-Ah! Si, es cierto Prof yo lo vi!
-¿Y por qué no avisaste para que alguien lo fuera a ayudar?
Después de eso, creí que aún habrían al menos, alguna probabilidad para que de perdidiiiiita jacobito y yo nos diéramos un fajecillo, pero fue el abucheo de todo el salón lo que me dijo que esa gelatina..... nomás ya no cuajó.
Sin embargo Jacobito era un chico de la universidad a quien no me molestaba darle una repasadita -o ¿por qué no dos, si sí las aguantaba?-
Uno de los días en que comencé a manejar a la escuela, es decir, que ponía atención en la carretera en lugar de ir pendejeando como es costumbre, Jacobito se quedó tirado. Como toda gente decente, iba manejando a 120 por la carretera y por la velocidad -además de que aun manejando no pongo demasiada atención-, no vi al wey este hasta que miré en el espejo retrovisor.
Demasiado tarde para frenar y con el siguiente retorno hasta casa de la verga -osease bien lejos- opté por llegar a la escuela y pedir ayuda, porque hasta Dios sabe que yo de coches no se ni madres.
Mientras tanto en el camino, en lugar de ir preocupada por el chavillo, empecé a imaginarme la historia de cómo yo ayudaría a salvarle la vida y el extasiado de mi interés por ayudarlo se enamoraría de mi agradeciéndome todos los días con masajes diarios y desayunos en la cama... eso es pa quien le gusta lo cursi, la verdad es que solamente me lo quería coger.
En fin que llegué a la escuela y ocurrió lo obvio....
SE ME OLVIDÓ!!!
Alguna jodida mosca habrá volado frente a mi, o kizá sólo fué que paso algun tipo más bueno. El punto es que
SE - ME - OL - VI - DÓ!
El pedo de todo esto es que llegó una hora tarde a la clase y cuando pidió pasar, el maestro -obvio mamón- le dijo que no. Para entonces ya estaba todo el salón callado como sólo ocurre cuando hay chisme.
Jacobito mencionó tratando de justificar su falta para que lo dejaran entrar, que se le había ponchado la llanta del coche, a lo que
-Ah! Si, es cierto Prof yo lo vi!
-¿Y por qué no avisaste para que alguien lo fuera a ayudar?
Después de eso, creí que aún habrían al menos, alguna probabilidad para que de perdidiiiiita jacobito y yo nos diéramos un fajecillo, pero fue el abucheo de todo el salón lo que me dijo que esa gelatina..... nomás ya no cuajó.